El sector corchero
La extracción y aprovechamiento del corcho, además de su función ambiental, ha sido y continúa siendo un elemento de cohesión territorial y de generación de riqueza para muchas zonas rurales. Ha permitido desarrollar una gestión forestal sostenible y ha creado una estructura económica de referencia en los territorios que gozan de alcornocal. Con ello, se ha evitado la emigración y la pérdida de población en estos territorios.
Esta situación no arranca en nuestros días sino que nos encontramos frente a una actividad muy antigua. Se tiene conocimiento del uso de tapones de corcho en ánforas romanas, pero fue desde la aparición del champagne, debida a Dom Pérignon, cuando el corcho y su utilización se normalizan y se transforma en motor económico.
En la primera época, crece un artesanado dedicado a fabricar los preciados tapones. Desde Francia, siguiendo la existencia de la materia prima, penetra el aprovechamiento sistematizado por los bosques catalanes. De ahí, paulatinamente, se extiende por toda la Península Ibérica e Italia. La evolución del artesanado a la industria no hace sino aumentar el valor económico de la materia prima y de sus manufacturados. Van apareciendo nuevas aplicaciones que a lo largo del siglo XIX suponen cambios profundos en el sector y, sobre todo, en los municipios que lo albergan. En todos ellos tiene lugar una verdadera revolución industrial que promueve la aparición de poblaciones cosmopolitas por la progresiva extensión del negocio corchero. Se crea una auténtica civilización del corcho.
En la primera mitad del siglo XX asistimos al momento culminante del sector. El tapón de vinos tranquilos y espumosos es sólo uno de los subsectores juntamente con otros dos: el disco para tapones corona de cervezas y refrescos y las aplicaciones industriales en papel para filtros de cigarrillos, refrigeración, aislamientos y piezas para el automóvil que se obtienen de los corchos aglomerados. La industria del corcho rompe las barreras de los territorios corcheros y la materia prima semielaborada se exporta a las industrias implantadas en el resto de Europa y en el Nuevo Mundo.
Pero es en este siglo XX, concretamente en su tercio final, cuando surge una nueva doble evolución del sector: por un lado, el crecimiento de la industria portuguesa que se convierte en la primera potencia corchera mundial y, por otro, la aparición de productos sintéticos que hacen desaparecer al corcho del subsector cerveza-refrescos y también de una abrumadora parte de las restantes aplicaciones industriales. El tapón tan solo permanece dueño y señor del mercado de los vinos de todo tipo hasta nuestros días. No obstante en los últimos años los materiales sintéticos (plástico y aluminio) han empezado el asalto al bastión taponero del corcho. En la actualidad, los datos estimados cifran en un 70% los vinos tapados con corcho y en un 30% los tapados alternativamente.
Sin embargo, y a diferencia del siglo pasado, la situación actual puede (y a nuestro entender, debe) decantarse por el corcho. Son cada vez más numerosos los estudios que demuestran que en ningún caso los tapones metálicos o plásticos mejoran el vino como lo hace el corcho, que se ve día a día confirmado como el elemento idóneo para asegurar la correcta evolución del vino en la botella. Simultáneamente crece la preocupación por y la necesidad de una correcta gestión del medio ambiente. En este terreno la ventaja del corcho sobre los materiales sintéticos es aún mayor, si cabe, deviene abrumadora.
Ello permite pensar que una nueva era se abre al corcho: no solamente porque el tapón está ganando su batalla contra los alternativos, sino porque la calidad y los valores ambientales del producto-corcho permiten observar que lentamente se abren paso nuevas aplicaciones que rescatan algunas de las que perdieron cuota de mercado dramáticamente: pavimentos, aislantes, complementos y, finalmente, artesanía. En todas ellas el corcho está en condiciones de ir ganando paulatinamente terreno de nuevo. No obstante, el sector corchero en la actualidad debe enfrentarse a algunos retos que, de no abordarse, podrían limitar el aprovechamiento de las oportunidades y de sus propias potencialidades.
El alcornoque, Quercus suber, en sus diversas formaciones y localizaciones, forma un ecosistema de gran riqueza que se encuentra únicamente en el Mediterráneo Occidental: Portugal, España, sur de Francia, Italia, Marruecos, Argelia y Túnez. Su localización es estratégica para frenar la desertificación al mejorar los balances hídricos y ser resistente a los incendios forestales. Actúa, además, de manera eficaz frente al cambio climático como sumidero de CO2.
Alberga, asimismo, una gran biodiversidad, donde viven especies de alto valor faunístico protegidas por las directivas europeas como por ejemplo: el águila imperial ibérica (Aquila adalberti), el águila perdicera (Hieraaetus fasciatus), el buitre negro (Aegypius monachus), el águila real (Aquila chrysaetos), la cigüeña negra (Ciconia nigra), el búho real (Bubo bubo); y entre los mamíferos: el lobo (Canis lupus), el lince (Lynx pardina), el gato montés (Felis silvestris) y el ciervo (Cervus elaphus).
Junto a este valor ambiental, las propiedades físico-químicas del corcho han permitido desarrollar una actividad económica muy importante en las zonas rurales vinculadas al sector primario, secundario y terciario. Del total de aproximadamente 2,7 millones de hectáreas de alcornocal que existen en el mundo, 1,48 millones están en Europa y las restantes, 1,22 millones, en el norte de África. La Península Ibérica disfruta de la mayor masa de alcornocal mundial, siendo Portugal el primer productor, seguido de España.
Toda la cadena productiva del corcho está localizada en el medio rural. La componen tres agentes principales: los propietarios del monte alcornocal, los preparadores de planchas y los fabricantes de productos finales, principalmente tapones. Además, el legado cultural y patrimonial de esta actividad, con más de 200 años de historia, junto con la singularidad de los paisajes corcheros, constituyen un excelente recurso para generar nuevas oportunidades en estos territorios, vinculadas al desarrollo de nuevos modelos de turismo sostenible.
Según datos de IPROCOR, el Instituto del Corcho, la Madera y el Carbón Vegetal de Extremadura y de la C.E.LIÈGE, Confédération Européenne du Liège, la producción estimada de corcho es de 340.000 toneladas anuales. Los trabajos silvícolas (permanentes) y de saca (anuales) significan unos 2 millones de jornales al año en el bosque. La industria de preparación, la de acabados y el comercio significan en Europa, entre 90.000 y 100.000 empleos y una facturación global, entre mercado exterior e interior, de 1,7 billones de euros al año.
La compresibilidad, elasticidad, permeabilidad al oxígeno, durabilidad, etc., del corcho, ayudan de manera decisiva al proceso de vinificación. Es por ello que el tapón de corcho, en sus múltiples tipologías, se ha erigido como la espina dorsal del sector, tal como lo ha definido la investigadora portuguesa María Carolina Varela. Actualmente, en un marco de estancamiento global del consumo de vino, se estima la producción anual mundial en unos 14.000 millones de tapones.
Nos hallamos pues, frente a un sector que trabaja con una materia prima marcadamente local que tiene consolidado un mercado global. La industria se caracteriza por la coexistencia de algún grupo grande, de fuerte capitalización, y un tejido industrial de pequeñas empresas, dinámicas, de capital local, arraigadas al territorio, con una media de unos 15 empleos por empresa y un envidiable nivel de know-how.
El alcornocal se enfrenta a problemas diversos de orden biológico, más acusados en determinadas formaciones como las dehesas: por ejemplo, se han detectado problemas de regeneración y fitosanitarios (como la seca, podredumbre causada por el patógeno Phytophtora cinnamomi).
Es de destacar la peculiaridad del alcornocal a la hora de poner en rendimiento el árbol, ya que requiere de dilatados períodos hasta poder obtener la primera saca rentable económicamente. Para ello son necesarias políticas públicas de ayuda a la puesta en marcha de la explotación que actualmente no están dotadas de manera suficiente. Sin embargo, es necesario mantener, y en lo posible aumentar, la producción de corcho en el monte alcornocal.
Existe una elevada dependencia de un solo producto: el tapón para el vino. Este hecho genera incertidumbres para las empresas y los territorios corcheros. Los cambios en el consumo pueden reducir la demanda de vino y la emergencia de nuevos países productores vinícolas, que no disponen de corcho, facilita la aparición de productos alternativos. A modo de ejemplo, se puede decir que la cuota actual de mercado para los tapones de corcho es del 70% del total de botellas producidas en el mundo, con una pérdida de aproximadamente 10 puntos en la última década, valores estimados.
A pesar de los esfuerzos conjuntos realizados para asegurar la calidad (Código Internacional de Prácticas Taponeras y certificado SYSTECODE), el valor de los tapones de corcho como producto natural, biodegradable, con garantía alimentaria y de trazabilidad, no ha tenido la suficiente repercusión entre los consumidores y líderes de opinión, por lo que debe hacerse un esfuerzo de sensibilización y comunicación muy importantes.
La extracción del corcho es una actividad sostenible, respetuosa con el árbol, que aprovecha un recurso renovable que, acompañada de una gestión responsable, no afecta al ecosistema ni a los servicios ambientales del mismo.
El sector corchero, pese a su importancia, ha tenido y tiene una baja relevancia política, entre otras razones, por su peculiaridad y por el hecho de focalizar la actividad a través de empresas pequeñas y microempresas. En parte, a consecuencia de ello, se constata una pérdida progresiva de acervo cultural, de reconocimiento social de sus valores objetivos y una banalización del hecho que su uso sea sustituido por productos sintéticos.
El corcho tiene a su favor elementos clave que pueden incidir en su desarrollo como sector. Por un lado, su carácter sostenible, ya que se trata de un material natural, orgánico, renovable, reciclable, biodegradable, cuya producción no contamina, consume poca energía y minimiza los residuos ya que pueden aprovecharse en la generación de energías renovables. La industria corchera ha realizado, y sigue realizando, un proceso de modernización complejo e integral.
Además, la importancia del alcornocal para la lucha contra el cambio climático convierte su aprovechamiento en un factor estratégico. En este sentido, mencionar que, teniendo en cuenta su vida en el alcornoque, el tapón de corcho presenta un balance total de CO2 negativo, mientras que los tapones de plástico y aluminio tienen balances positivos, lo que implica una mayor huella ecológica por parte de estos materiales no renovables y no biodegradables. Por el contrario, si consideramos todo el ciclo de vida del tapón de corcho, éste fija una cantidad de CO2 del doble de su peso.
Por último, el conocimiento del sector debe ser un motor económico para el territorio. El sector actualmente mantiene ocupación en zonas rurales y puede generar nueva ocupación relacionada con distintas posibilidades: el turismo de naturaleza, cultural, industrial, el ecoturismo, etc. Teniendo en cuenta la economía de los servicios y que la calidad de un territorio es capital económico y un factor de competitividad, la calidad de los paisajes de alcornocal es un motor de desarrollo local y un instrumento de marketing territorial para dar valor a sus productos.
Para poder aprovechar las oportunidades que se plantean y hacer frente a las debilidades y amenazas que tiene el sector, es preciso una acción conjunta y coordinada de todos los actores de la cadena productiva y de la cadena de valor del sector: desde las empresas, centros tecnológicos, asociaciones empresariales, áreas de promoción económica y desarrollo local, espacios naturales protegidos y los museos y centros de interpretación; sin olvidar que las administraciones locales juegan un papel decisivo para mantener y aumentar la calidad y competitividad del territorio.
Debido a la importancia que dicha actividad tiene para el desarrollo local, la cooperación entre regiones y poblaciones corcheras resulta un elemento fundamental para implementar estrategias comunes que defiendan un modelo de desarrollo sostenible, basado en el mantenimiento de la producción corchera.